martes, 26 de febrero de 2013


BRUNO


Te apoderaste de mi nacer,
y me fuiste a mecer allá,
al lado oculto de la luna,
donde tarareándome melodías invertidas,
me adormeciste en el profundo sueño.

Me dejaste jugar con los satélites traseros,
y con las siluetas de Titania, Umbriel, Ariel y Miranda,
descendí como inocente bandida,
a las densas dimensiones,
a través de grandes toboganes negros.

Me enseñaste a caminar por la sombra de los caminos ovalados,
en dónde siempre, aun habiendo llegado muy lejos,
regresaba a ti, como mi punto de partida.

Princesa me coronaste
con la cara interna de los anillos de saturno,
me vestiste con la estela de las estrellas muertas,
y me diste en grandes dosis el misterio de lo anochecido,
instruyéndome a tu favor,
bajo el espectro de lo cárdeno,
ocultándome todo aquello que en comparación a mi razón,
tuviese más brillo.

¡Oh Bruno!
por cuanto me privaste
te traicioné,
me fui a pasear por la órbita solar de Mercurio
y conocí lo blanco,
lo puro,

¡Me enamoré perdidamente de la luz!
del gran y amarillo leonino cósmico.

Me entregué a él, en sacro matrimonio,
con el alma, esta que fue la negra alma,
sin cuerpo,
desnuda de tus sombrías vestiduras.

Ya no soy más tuya Bruno,
ahora soy la reina de la dorada diadema,
que habiendo conocido tan bien el mal,
puede gobernar cualquier imperio.

Impero ahora el universo de mi amor,
con mi cardio-magnetismo,
desde mi fosforecido centro,
hasta tu reino adverso.

Me dedico a amar la creación,
junto a mi astro gemelo, el Sol,
desde el real inicio, 
            sinfinalmente.

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