lunes, 22 de octubre de 2012


MARÍA



Los hombres le construyen un templo a mi porcelana,
me prenden de la altura mas suntuosa
y proceden en comunión la ceremonia.

Se arrodillan,
me rezan,
me alaban,
conforman un coro y me cantan las aleluyas,
se disponen en turnos a tocarme el órgano
y lo hacen gemir del do menor al do mayor.

Los hombres me resucitan,
mi níveo cuerpo se fusiona con la blancura de mis fluidos
y mientras lujuriosos descienden por mis muslos,
la temperatura del templo los evapora.

Los hombres velan la noche
esperan la impronunciada divinidad en su tonalidad rojiza,
dejan de creer en mis milagros,
me pierden la fe,
soplan sus velas y vuelven a la carne.

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