sábado, 10 de noviembre de 2012

MARIPOSA




Me invocaste con el movimiento acordeónico
con que lentamente te desnudabas del capullo,
ese fino ropaje pretencioso,
vistosa crisálida de seda.

Con tus alas membranosas me cortejaste,
y me hipnotizaste con su iridiscencia,
encegueciéndome las omátidias,
con su multitud de aristas longitudinales.

Entumeciste mi espiráculo con tu aroma feromonioso,
taponaste mi genitalia con tu secreción glutinosa,
libaste de mi flor el néctar con tu espiritrompa
y me erizaste los pelos androconiales.

Depositaste en mi     la creación, Imago,
y me abandonaste en el atardecer de mi existencia.
Asolada confié nuestros hijos al Clavel del poeta,
y volé ali-
             caída
a desfallecer en la penumbra.

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